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Retroprueba: BMW 318i E30 (Parte 1)



Estrenamos ya de verdad la sección. Y no sólo se trata de la prueba de un coche, sino que es además una retroprueba. Se trata de un vehículo con cierto mito, todo gracias a aquel E30 M3 que marcó el inicio de una era en la propia BMW y en el automovilismo en general: la berlina prestacional.

Pero aquí no os traemos un M3 (ya quisiéramos), ni un 325i o siquiera un 318is... sino algo más humilde y sencillito, algo más mundano pero que no por ello carece de interés. Con ustedes, el BMW 318i E30.

Muchos pensaréis que menuda birria, que vaya versión más modesta y simplona. Pues oye, dejad de leer y pasad a otra cosa más interesante, o seguid conmigo y comprobad si os equivocáis.

El E30 nació en 1982 (precisamente este año se cumplen 30 de su nacimiento) para sustituir al E21. El que nos ocupa se trata de un modelo matriculado en 1989, así que es un E30 Fase 2 (se le hizo un restyling en 1987). Las novedades frente al original, estéticamente son poco apreciables (faros, parachoques...), aunque mecánicamente se le incorporaron nuevos motores más modernos, potentes y eficaces.

A lo largo de esta prueba vamos a analizar este coche en múltiples ámbitos: aspecto exterior e interior, equipamiento, conducción, seguridad, economía de uso... Así que vamos a ver si este coche de verdad tiene algo especial o son todo cosas que se inventa la gente.

Aspecto exterior


Visto desde fuera y teniendo en cuenta los cánones estéticos actuales, el E30 resulta cuadrado, bajo y estrecho. El diseño es el de una berlina clásica de tres volúmenes, con líneas rectas y horizontales, sencillo y poco dado a florituras, siguiendo los cánones alemanes (de la época y actuales), limpio y sin estridencias.

En él se pueden observar los principios básicos que BMW sigue aplicando a sus vehículos: líneas limpias, corto voladizo anterior, la forma típica de las ventanillas traseras, óptica de doble foco (aunque desde hace ya un par de décadas las encapsulen bajo una misma cubierta).

Si bien por tamaño (4,33 m de largo) el E30 en la actualidad se enmarcaría en el segmento C (carrocerías hatchback, los sedanes compactos son ya enormes), pesa como un utilitario (y es incluso más estrecho que éstos, 1,65 m de ancho), así que si nos dejamos llevar sólo por medidas parecería que estamos hablando de un Dacia Logan.

En el frontal, si observamos las mentadas ópticas de doble foco, podemos apreciar la casi total de separación de las funciones de iluminación: exceptuando la luz de posición, cada función tiene su propia lámpara. Los antinieblas van muy bajos y son de color amarillo.


En la calandra nos encontramos con el signo de identidad por antonomasia de BMW, los clásicos riñones (y el logotipo sobre el capó), aunque podemos apreciar que con el paso del tiempo la proporción largo-ancho de los mismos ha pasado a ser radicalmente inversa. A la altura de los riñones nacen en el capó dos nervios que recorren al mismo en toda su longitud. Estos dos nervios y los que van de las aletas delanteras hasta la trasera son prácticamente la única concesión a la estética en toda la carrocería del E30. Aún con todo, el diseño es sobrio y elegante, si bien el color blanco sólido de este coche en cuestión le da un ligero toque agresivo al contrastar con el negro de la parrilla y los parachoques.


Siguiendo hacia atrás, no encontramos nada destacable salvo un parabrisas y una luneta trasera bastante verticales, la característica curva de las ventanillas traseras y un maletero con un aspecto simple. En cuanto a diseño exterior, parece que a los diseñadores de BMW se les acabaron casi todas las (pocas) ideas en en frontal, pues la trasera resulta en cierto modo anodina. He visto varios E30 con un sencillo alerón de goma o plástico en la tapa del maletero, que dan un toque más dinámico y alegran una trasera bastante sosa en la que, para rematar, encontramos un tubo de escape orientado hacia el exterior que flaco favor hace a la estética.

Mención aparte requieren los neumáticos. Monta una medida 195/65 R14 que estéticamente no queda del todo mal, pues los flancos altos casan bien con la estética ochentera, pero los sencillos tapacubos, aunque no desmerecen la estética del coche, también podían ser un poco más elaborados.

Interior y equipamiento


En el interior es donde vamos a encontrarnos verdaderamente con lo que es un coche de hace 30 años. Antes de montarnos, desde la puerta del conductor podemos ver ya algo llamativo: el pedal del acelerador es de tipo tabla, un detalle típico de coche premium.

Sentados al volante nos encontramos con un salpicadero negro, de un aspecto sencillo. Los plásticos son bastante duros y de aspecto basto, aunque de sobradamente demostrada durabilidad. A pesar de los años y los kilómetros, el interior resulta impecable, tanto por aspecto como por ajuste. Apenas nos encontramos con botones o palancas gastados por el uso. Los únicos puntos donde este desgaste es patente son, lógicamente, el volante, el freno de estacionamiento y, en menor medida, la palanca de cambios.


La consola central está orientada al conductor y en ella nos encontramos con lo justo y necesario para facilitar la vida a bordo del vehículo: radio, reloj analógico, mandos de la climatización, un hueco en el que vaciar los bolsillos y un pequeño cenicero (nunca utilizado para el fin con el que fué diseñado). En el lado del acompañante apenas tenemos más que la guantera, de suficiente capacidad (aunque sin iluminación) y unos huecos sobre el salpicadero sobre los que dejar objetos de pequeño tamaño, pero sin fondo antideslizante que hará que en determinados momentos lo que ahí dejemos se mueva de un lado a otro.

Sentados en el puesto de conducción lo que más llama la atención es el volante de cuatro radios, de radio enorme y aro estrecho. El tacto no es el ideal, pero te acabas acostumbrando. Unidas al volante encontramos las palancas de los intermitentes y limpiaparabrisas. Tienen un aspecto frágil y simple, si bien su accionamiento es sólido y de buen tacto.


En el tablero de instrumentos tenemos la información básica: velocímetro, tacómetro, nivel de combustible, temperatura del radiador, indicador de intervalos de mantenimiento y un indicador analógico de consumo instantáneo. Me detengo en este último para decir que, aparte de ser un elemento poco común en su día, el hecho de que sea analógico me parece más cómodo que los digitales actuales, ya que con saber por dónde anda la aguja ya te haces a la idea del consumo, mientras que la información de uno o dos decimales que dan los vehículos modernos resulta poco útil y complica su lectura, ya que no deja de ser un dato adicional no imprescindible.

El mayor punto flaco del tablero es que no hay ningún indicador de encendido de las luces de posición y cruce, lo que unido a que tampoco dispone de avisador acústico hace que resulte habitual dejarse las luces encendidas.

Casi sin darnos cuenta, nuestra mano derecha ha caído sobre la palanca de cambios. Ésta se encuentra en una posición relativamente elevada y cómoda. La palanca es corta y, pese a tratarse de un pomo de goma dura más que de plástico, el tacto es bueno.

A la hora de encontrar la postura de conducción, los asientos delanteros disponen de regulación en altura (cosa poco habitual en su día), pero el volante no tiene ningún tipo de regulación, así que encontrarse del todo a gusto es cuestión de tiempo y requiere un proceso de prueba y error.

He de decir que, pese a la estrechez del habitáculo y la altura de la consola central, las plazas delanteras resultan suficientemente amplias. Todos los mandos quedan al alcance del conductor y los que no están a la vista resultan de un manejo muy intuitivo, como por ejemplo los mandos de la calefacción.

Pasando a las plazas traseras, nos encontramos con que, de entrada, las puertas son un pelín pequeñas y el acceso no es el ideal (tampoco ayuda que la carrocería sea baja). Tampoco destaca la anchura en estas plazas y el espacio longitudinal puede quedar en nada dependiendo de la altura de los ocupantes de las plazas delanteras. También nos encontramos con el voluminoso túnel de transmisión, que se suma a todo lo anterior para hacer el coche más apetecible para 4 personas que para 5, además de que el pasajero de la plaza central se encontraría con un cinturón de dos puntos de anclaje. Aunque eso sí, el cinturón de esta plaza dispone de un enganche en la bandeja del maletero para que quede bien sujeto y no estorbe cuando no se usa.


He de decir que, pese a esto, la cota de altura es más que suficiente. Yo mido 1,90 m y en las plazas traseras no doy con el techo. Eso sí, el espacio para las piernas merma drásticamente a poco que en las plazas delanteras se retrasen los asientos, y la anchura no es la ideal.


Para acabar, el maletero que nos ofrece este coche tiene un generoso volumen de 425 l, pero dada su condición de 4 puertas, el acceso es complicado. A esto hay que sumar que la boca del mismo es muy pequeña, pues la tapa apenas llega hasta el nivel de las luces, así que a la hora de cargar objetos voluminosos o de formas caprichosas, acabamos antes llevándolo en las plazas traseras. Como curiosidad, al abrir la tapa del maletero nos encontramos en la misma un sencillo juego de herramientas, y bajo el fondo encontraremos una rueda de repuesto del tamaño original.

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