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Opel Insingnia OPC. Deportividad útil.

Después de que la maldita crisis económica haya hecho mella en la humanidad y de que muchas marcas de coches, hayan estado a punto de desaparecer (las que no hayan desaparecido), parece que se ve luz al final del túnel.


Opel fue una de esas marcas que estuvo en la cuerda floja hasta que un grupo de empresas se hizo cargo de la situación y reestructuraron la compañía de cabo a rabo.



Y para empezar de cero, la compañía puso a la venta el Opel Insignia, un coche que significa el antes y el después de una marca que fabricó coches tan míticos como el Opel Manta o el Kadett, sobre todo el GSI y los super-ventas Vectra, Astra y Corsa.



El Insignia es la berlina media de la marca que viene a sustituir al vetusto y obsoleto Vectra y marca las líneas generales de los futuros Opel.



En apariencia, parece más coche. Más afilado, más bonito, más tecnológico y mucho más moderno. Causó sensación en su presentación y a la vista está que es un coche que más o menos se vende bien.



Pero desde hace algunos años, Opel tiene un arma secreta en el tintero que, para los que añoramos las sagas de los GSI, nos hace recordar tiempos en el que los coches no tenían nada de electrónica y con tan solo 130cv "volaban" sobre el asfalto.



OPC (Opel Performance Centre), es la denominación que adoptan los Opel más potentes y radicales de su segmento. Al igual que AMG en Mercedes Benz o Motorsport en BMW, OPC se encarga de potenciar y "tunear" los coches de los que solo quieren lo mejor y como no, el Insignia era una buena base, así que tan solo seis meses más tarde de su presentación ya tenían preparada la versión más radical.



Está disponible desde el principio con las tres carrocerías, 4 o 5 puertas y Sport Tourer, aunque a mí personalmente me gusta más el 5 puertas por su estética mucho más agresiva.



El motor que utiliza es un 2.8 V6 Turbo que después de pasar por las manos de OPC, rinde ahora 325cv, alcanza los 0-100 Km/h en 6 segundos y su velocidad máxima está autolimitada a 250 Km/h. Por supuesto el chasis ha sido reforzado para admitir tanta caballería y se le han colocado barras estabilizadoras más gruesas, suspensión pilotada regulable en tres posiciones y muelles más duros y 10mm más bajos. Cuenta además con tracción total y el eje trasero, un sistema antipatinamiento que simula un diferencial autoblocante, que no es más que un sistema que cuando una rueda pierde motricidad, pasa la fuerza a la otra rueda.



Exteriormente se distingue, además de por las siglas, por una doble salida de escape de la marca Remus que, curiosamente, hace que el coche suene mucho a bajas revoluciones en el interior pero que, ese sonido, desaparece a medida que se le aumenta el ritmo. Aun así es un sonido muy deportivo y bonito. También "calza" unas espectaculares llantas sobre ruedas de 19", pero que en opción puedes ponerle unas de 20". Pobre de ti cuando cambies esas "zapatillas".



En el interior, destaca por unos asientos deportivos Recaro con ajuste eléctrico que sujetan muy bien y el cuero en muchos guarnecidos con las siglas OPC, siempre presentes en el habitáculo.



A la hora de circular con él, se muestra muy noble en reacciones y la tracción total hace que el coche vaya muy aplomado en la carretera. Su medio natural son las amplias autopistas y autovías con curvas rápidas y grandes rectas, porque en carreteras viradas de montaña y en curvas lentas, su volumen y peso lo hacen un poco torpe. Además el cambio de seis velocidades específico para este modelo con las relaciones muy largas, te hacen cambiar muy a menudo para mantener al coche en la zona "alegre" del cuentavueltas.


Su precio se sitúa a partir de 39.725 euros los de 4 y 5 puertas, hasta los 41.575 euros del Sport Tourer y a cambio te dan una berlina original, potente, deportiva y capaz de soplarle la oreja a "cualquier" BMW, Audi y demás que se piquen contigo.

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