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Superdeportivos de antaño

Vamos ha hablar sobre cual fue el origen de todos los deportivos tal y como los conocemos hoy en día.



Es un tema que lo estaba reservando, ya que me daba mucha pereza buscar y recabar toda la información necesaria sobre estas joyas de la automoción que colmaban las expectativas de los más sibaritas 20, 30, 40, 50 años antes de que yo naciese.



Sé que este post tendrá un éxito arrollador (o por lo menos eso espero), y que muchos de vosotros, grandes conocedores del mundo del automóvil, me criticaréis por no hablar sobre un hecho determinado o una cosa u otra (como me pasó con el Golf GTI). Pero ahí está la gracia, en que vosotros nos critiquéis y que, entre todos, aprendamos los unos de los otros.



Los coches que os voy ha presentar marcaron hitos por sus muchas virtudes y por la historia que cargan a sus espaldas. Todos tienen ese aroma de haber sido los mejores de su clase en sus épocas respectivas y representan el "summun" de la tecnología y de la pasión que le ponían sus creadores para que fuesen los mejores coches del mundo, los más rápidos y porqué no; los más bellos y deseados por la aristocracia y gente de la alta alcurnia.



Hoy en día esos coches se han convertido en clásicos muy cotizados y poseer tan solo una de estas maravillas, supone un gran logro personal para sus dueños. Son en la actualidad lo que el Aventador, el F12 o el Veyron serán dentro de 40 años. Sin más dilaciones, comenzaremos hablando sobre el archi-conocido Aston Martin DB5.



¿Quién no recuerda a Sir Sean Connery conduciendo el DB5 en los orígenes de la saga de James Bond?. El agente 007 era un tipo duro, mujeriego, educado, pícaro, guapo, tenía un fino sentido del humor británico y mucha clase y el mejor compañero de viaje y de misiones que podría tener era un Aston Martin.



Actualmente, puedes tener dinero y encantarte los coches. Puedes conducir un 911 con maestría, aparcar tu "Lambo" en la puerta del local de moda, disfrutar con tu Ferrari en una carretera de montaña con el cielo por montera y con todos te lo pasarás mejor que un niño pequeño. Pero si te bajas de un Aston Martin, tío; eres un super-clase, un Gentleman Driver.



Ese espíritu es el que lleva alimentando la marca desde sus orígenes Bond con su impertérrito e impecable DB5 y después con el Vanquish o el DBS es, y ha sido el mejor exponente de ello. Muchos de vosotros ni siquiera lo consideraréis un superdeportivo y probablemente tengáis razón y se trate más de un GT (Gran Turismo) que de un deportivo prestacional, pero creo que debe entrar en esta lista porque reúne las características propias de un deportivo puro, solo que con un traje más elegante.



David Brown tomó las riendas de la compañía desde 1947 y el primer fruto de su pasión fue el DB2 de 1950. Las siglas DB se deben a las iniciales de su nombre; David Brown, que se mantendrían durante los futuros modelos. En 1958, el DB2 fue sustituido por el mucho mejor y más evolucionado DB4. Llevaba una carrocería diseñada por Touring y estaba fabricada con una estructura tubular de acero con los paneles externos de aluminio, principio fundamental de la filosofía "Superleggera".



En 1963 nacía el DB5 que nos ocupa. Mantenía la línea del DB4, pero se le habían incorporado unos nuevos carenados en los faros delanteros. La mecánica pasaba de los 3,7 a los 4,0 litros de cubicaje de sus 6 cilindros en línea y aumentaba su potencia hasta los 282cv.



Con ese motor y un peso de unos 1.500 Kg, el DB5 alcanzaba los 225 Km/h y 240 Km/h de velocidad máxima en la versión aun más enérgica Vantage, y aceleraba de 0-100 Km/h en tan solo 7,1 segundos. Incorporaba frenos de disco en las cuatro ruedas, elevalunas eléctricos, radio y hasta aire acondicionado, éste de manera opcional.



Solo se fabricaron 1.059 unidades hasta 1966 entre las variantes Coupé, Vantage (que era las más potente) y Volante (que era la versión descapotable). Actualmente se cotiza en unos 300.000 euros si está en buen estado y dependiendo de la versión de la que estemos hablando, siempre es un coche con una alta revalorización, por lo que si en un futuro te quieres desprender de él (que lo dudo mucho), nunca perderás dinero.



Pero si hay un superdeportivo clásico con el que nunca perderás dinero, ese es el Ferrari 250 GTO. Y no es para menos, ya que tan solo se fabricaron 36 y otros tres más con motor 4.0. Actualmente se están subastando por cantidades cercanas a los 30 millones de euros.



Y es que la mayoría de los 250 GTO que existen tienen un gran "pedigrí" en la competición y prácticamente las 36 unidades tienen alguna victoria en competiciones oficiales. No obstante; ganó los mundiales de GT en el 62, 63 y 64.



Este no fue un coche concebido para las carreteras, sino que se trata de un coche diseñado por Bizarrini, derivado de los 250 SWB que ya existían, destinado para la competición y homologado para circular por carretera, de ahí las siglas GTO (Gran Turismo Omologatto). Probablemente fuese de los últimos coches campeones, en los que podías conducir hasta el circuito, ganar y volver a casa.



Tenía un delicioso motor 3.0 V12 con 300cv con el que era capaz de alcanzar los 280 Km/h y hacer un 0-100 Km/h en más o menos 6,5 segundos, que no era otro que el que ya montaba el Testarossa original. Toda una maravilla de la técnica hace 50 años.



Con todo ese potencial y un peso de tan solo unos 1.000 Kg no es de extrañar que fuese un coche muy divertido de conducir y con el que tenías que tener unas manos muy finas para manejarlo con maestría.



Desde el exterior suena deliciosamente bello y desde el interior el ruido es casi ensordecedor, pero creo que a estos niveles no sea un problema. Sube de vueltas con celeridad y es un coche al que le gusta mantener un alto régimen de revoluciones para sentirse cómodo. Todo estaba orientado para la competición y tan solo los más entusiastas y "quemados" de este mundillo se hicieron con alguna de aquellas unidades.

La línea exterior es preciosa y es un coche que ha sabido envejecer muy bien y con mucha dignidad. Cuenta con detalles como la monotuerca de las ruedas cromada, la tapa del depósito de apertura rápida y unos pilotos de iluminación traseros muy pequeños, ya que no les consideraron importantes, aunque a lo que sí que empezaron a darle importancia era a la aerodinámica, por sus formas perfectamente esculpidas.



El interior es muy austero y todo está orientado al mayor disfrute para la conducción. No tenía ningún panel que permitiese una cierta insonorización, y no existían la cantidad de botones que existen en la actualidad, tan solo los imprescindibles. La refrigeración interior se limitaba a tres tubos que salían de la parte superior del salpicadero, la luna delantera también tenía una posición muy vertical y muy cercana a la posición de conducción, contaba con infinidad de relojes que ofrecían toda la información necesaria referente al motor, el clásico volante de aro fino de madera y tres radios, una posición muy vertical también y la clásica palanca de cambio con una bola de aluminio perfectamente pulido que se desliza con cierta dureza en la típica rejilla de Ferrari.



Debido a las poquísimas unidades que existen en el mundo, la exclusividad que ello conlleva, la conducción pura que ofrece, el gran motor que tiene, la belleza de sus líneas y su caché en el mundo de la competición; no es extraño que sea un objeto de culto y muy deseado por millonarios aficionados, que pagan cantidades estratosféricas de dinero cada vez que se pone una de estas maravillas en el mercado.



El Lamborghini Miura no tiene una dilatada historia en competición, ni tampoco es la respuesta de la factoría de Santa Agatha al GTO del 62 (básicamente, porque por aquel entonces, Lamborghini todavía estaba en pañales); simplemente es un coche muy bello y una montura muy deseada por todos.



Nació de la mano del grupo de diseño de Bertone en 1966 y era la máxima expresión de diseño sobre cuatro ruedas que se había conocido hasta la época. Bueno; realmente tan solo la carrocería fue obra de Giugaro, que por aquel entonces trabajaba para Bertone, aunque oficialmente se le atribuye el mérito del diseño a Marcello Gandini, pero las malas lenguas dicen que se inspiró claramente en los bocetos que Giugiaro había dejado tras su marcha a Ghia. Vamos; todo un "culebrón".



Sea como sea, el proyecto lo concibió Giampaolo Dallara y su ayudante Paolo Stanzani. Querían fabricar el mejor deportivo del mundo bajo el "paraguas" de una empresa como Lamborghini.



Dallara estaba impresionado por el rendimiento y la configuración del Ford GT40, que le "mojó la oreja" a Ferrari en las 24 Horas de Le Mans de la época. Sabían que la solución pasaba por la incorporación de un motor central y un chasis monocasco, así que se pusieron con ello. Adaptaron una evolución del motor 3.5 V12 que ya utilizaba el Lamborghini 400 GT 2+2, pero en esta ocasión con la cilindrada 4.0 y colocado en posición transversal.



Generaba 350cv, alcanzaba los 260 Km/h de velocidad máxima y dilapidaba el 0-100 Km/h en poco más de 6 segundos. Sus detractores dijeron de él que era torpe de reacciones y bastante pesado, pero, ¿qué importa cuando conduces uno de los superdeportivos más bellos del universo?. Las prestaciones de la mecánica eran sublimes pero, a veces, esos motores tenían problemas de fiabilidad, aunque el sonido que emana de los 2 tubos de escape es realmente embriagador.



Su línea exterior es simplemente "pornográfica" y su estilizada figura y sus curvas, minan nuestro subconsciente con mensajes subliminales. Esas líneas perfectamente esculpidas, nos hacen recordar a la figura de una fémina y nos activan la región cerebral encargada de generar y segregar las hormonas de la lívido, el erotismo y la atracción por el sexo contrario; como el impertérrito diseño de la botella de Coca Cola.



Las anchas ruedas, sus formas afiladas, las peculiares llantas con tuerca central, sus detalles cromados, las toberas de refrigeración del motor que forman parte de las propias puertas, las lamas de la luna trasera, que esconden las intimidades del motor e incluso los faros retráctiles, que procedían de un más que "vulgar" Fiat 850 Coupé; estaban perfectamente integrados sobre una base oscurecida para no delatar su procedencia. Todo seducía y seduce intensamente a todo aquel que contemplase y contemple esta belleza.



El interior está muy ordenado y perfectamente orientado hacia el placer de conducir y disfrutar. Existen dos relojes por delante del volante que son el cuenta-vueltas y el indicador de la velocidad y múltiples relojes indicadores auxiliares en la consola central, con la otra información necesaria en referencia al funcionamiento de la mecánica. Es la configuración perfecta para un deportivo y la que se utiliza todavía hoy en día en la mayoría de los coches.



Los asientos son muy envolventes y la palanca de cambio estaba muy a mano y también contaba con la clásica rejilla. El único "pero" es que los materiales que se utilizaban no soportaban muy bien el uso ni el paso del tiempo, ya que la calidad no era de las mejores de la época.



Se fabricaron 765 unidades entre todas las versiones y actualizaciones como la SV (Super Veloce), por lo que no es un coche tan exclusivo como el Ferrari, ni tiene a un agente secreto como su mayor baluarte, pero su cotización siempre va al alza y actualmente se viene a pagar unos 300.000 euros por una unidad en buen estado.

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